Damas
y caballeros de la deformada figura, he aquí os planteo un juego que me
fascina, hasta el momento soy vencedor invicto, probablemente porque mi
adversario lo conozco mejor que nadie, que tipo de toallas higiénicas utiliza,
con alas sin alas, porque no usa tampones (los odia), que piensa, que ama, sus
deseos más oscuros; conociendo tanto me queda relativamente fácil vencerle. Las
reglas del juego son sencillas, no existe ninguna; ni moral, ni religiosa, ni
ateísta (porque hasta los ateos pueden ser más moralistas que una jauría de
ancianas religiosas), ni políticas, abreviándolo diría, no hay regla humana
sobre este juego inhumano.
El
juego lo llamo “Elogio a la mierda”, la meta es sencilla, descubrir que tipo de
papel higiénico utiliza su adversario, se dan puntos adicionales si descubren,
si usa tampones, toallas, pañales para la incontinencia, etc. Pero como no
serán mis adversarios habituales, pondré una sola regla, que no es humana, sino
inhumana, el impedimento de la vulgaridad, he aquí que os propongo a jugar con
la mierda, a elogiar una actividad que no es vulgar y por esta razón inhumana,
pues todo lo vulgar es en sentido inverso a lo que creen muchos. Lo vulgar es
humano.
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